Page 53 - Fabio Gasti (a cura di), Seneca e la letteratura greca e latina. Per i settant’anni di Giancarlo Mazzoli, Pavia, Pavia University Press, 2013
P. 53







Séneca y Cicerón: dos visiones del pasado 41

pero también de su cumplimiento puesto que es él quien controla la ley. La institución
monárquica para ser perfecta necesita de un monarca perfecto. El hombre accede a un
primer plano y, como consecuencia, los valores morales son los únicos válidos privada
26
y públicamente.
El corte con los tiempos anteriores es profundo e insalvable. El pasado queda
reducido a una serie de acontecimientos, fragmentos de una realidad que no guarda
relación global con el presente. Las épocas anteriores, sin distinción entre ellas, son
percibidas a través de una acumulación de ejemplos que propician la visión del pasado
humano, no necesariamente cívico. El ciudadano no es el civis de Cicerón, adquiere un
significado mucho más diluido, aplicable a los deberes que como tal tiene con respecto
27
a la comunidad a la que pertenece. Las veces que aparece civis como sujeto agente
28
son muy pocas. En unos casos, es asimilado a los hostes como causante de la ruina de
su pueblo (nat. 6,32,5), en otras ocasiones, cuando se le presenta como parte activa de
la comunidad, se habla siempre de deberes, nunca de derechos, si bien sus deberes no
se especifican claramente.
Una observación final, sumada a lo que hemos ido diciendo, presenta bien la
disociación existente entre Cicerón y Séneca en su apreciación del pasado. La auctoritas,
concepto de difícil definición, pero cuyo sentido es claro, constituye el punto clave. Por
lo general la auctoritas va ligada a una institución cuyas intervenciones y propuestas
están respaldadas legalmente por gozar de ella: el senado, el colegio de los pontífices…; a
una persona que por su cargo representa al Estado en uno de sus poderes: cónsul, pretor,
juez…; o una persona o grupo de personas que, aunque no representativas directamente
del poder establecido han alcanzado una reputación suficiente en su campo y se han
convertido en referencia obligada; el caso más conocido, como más prolongado en el
tiempo es el de los escritores.
Como es de esperar, todos estos usos de auctor y auctoritas los encontramos en
Cicerón. Me interesa, sobre todo, los pasajes donde nuestro autor atribuye la auctoritas
a los maiores o los considera auctores:

harusp. 18 ego vero primum habeo auctores ac magistros religionum colendarum
maiores nostros, quorum mihi tanta sapientia videtur ut satis superque prudentes
sint qui illorum prudentiam non dicam adsequi, sed quanta fuerit perspicere
possint…



26 Maso (1977-1978) asimila tradiciones e instituciones con exempla. Por otra parte su análisis le lleva a
concluir que su falta de admiración por los mayores deriva de la idea del filósofo de que los hechos deben
interpretarse a la luz de la ratio y no de la opinio. De ahí su conclusión sobre la visión ética de Séneca sobre
la historia. Y, sobre todo, margina algo consustancial a la figura del filósofo: su pertenencia al mundo de la
política que, sin lugar a dudas, deja la impronta en toda su obra.
27 La coincidencia en las conclusiones con el título del artículo de Cicu (1998) más arriba es resultado de un
razonamiento contrapuesto. No se añora a los mayores, sino a la situación que propición la existencia de un
modo de vida austero. Los personajes que cita como modelo son sapientes y, como tales, son hombres
alejados del sentir popular, aislados dentro de un mundo que les es ajeno.
28 No tiene mucho que ver con la llamada ‘ciudad cósmica’. Como dice Schofield (1991, p. 103): «what
citizenship now consists in is nothing but obedience by a plurality of persons to the injuctions of right reason
on the just treatment of other persons: i.e. to law as nature formulates it».


   48   49   50   51   52   53   54   55   56   57   58